LOS SORDERAS DE MORROCUCO

Toc toc – Llaman a la puerta…
Cipriano Sietemulas, la abre:
-¿Quienes son ustedes…?
– Somos Revirinda y Piriquiña, testigos de Jehovah
– ¿Y ése quién es…?
– ¿No conoce usted al Señor de todos los cielos…?
– Pues no, no tengo el gusto… ¿Es algún pariente de ustedes…?
– ¡Es usted un blasfemo!
– A Polifemo sí lo conozco, juega en el Covarrubias de portero… ¿Es que se ha lesionao…?
 – ¡Y un hereje!
– Mi mujer no teje, tejía.  – Pero ahora se compra la ropa en los Chinos…
– ¿Está usted un poco sordo, por casualidad…?
– El tordo ya lo he vendío. – No me dejaba preñá a la pascuala…
– ¿Quién es Pascuala…?
– ¿Kubala…? – A ése si lo he conocío; ¡¡Mecachis!! – ¡ Metía unos goles…!
– ¿Dónde está su esposa…? – A ver si ella nos aclara algo…
– ¡Que tampoco tengo ya el galgo! – Lo he regalao porque en vez de cazar invitaba a las liebres a comer a casa. – Y como yo tengo un sueldo pequeño, comprenderá usted que no las siente a mi mesa… ¿Verdad?
– Y bla bla bla, hasta que llega su parienta de las compras, y dice..
– ¡Cipri! – ¿Quiénes son estas mujeres…?
– ¿Es usted la dueña de la casa…?
– Aquí no vive ninguna tomasa, así que ¡¡Arre!! – O les echo a Federico
– ¿Quién es Federico…?
– ¿Están ustedes sordas…? – Mi Cipriano no es rico, y no podemos dar limosnas… – Y si no se van ahora mismo, voy a coger el garrote que tengo en la terraza y las voy a moler a palos… – ¡¡Fuera de mi casa, pedigüeñas!!

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